viernes, 10 de septiembre de 2010

Llegará el día en que se blandirán espadas por demostrar que las hojas son verdes en verano.

Dice Chesterton que “llegará el día en que se blandirán espadas por demostrar que las hojas son verdes en verano”. A tal grado ha llegado el combate de aquellas “espadas”, que hoy se discute si una madre puede o no matar a su propio hijo, o si el casamiento debe ser entre un hombre y una mujer. Es como discutir si el resultado de dos más dos es cuatro o si dos más dos es cinco. ¡La verdad salta a la vista!, para quién aún conserve algo de sentido común.
El hombre moderno y descreído, bajo el amparo de la filosofía del “positivismo jurídico”, desea la instauración de su propio reino sin Dios, decidiendo lo que está bien y lo que está mal, comiendo de aquél árbol “del bien y del mal”.
En éste reino contra-natura, las estructuras de poder global (laicas y anticristianas) están creando los “nuevos derechos humanos”. Las nuevas leyes, que están instaurando lentamente y bajo presión, son –más o menos– las que a continuación citaré del ensayo “Ideología de género, utopía trágica o subversión cultural” del Dr. colombiano Alejandro Ordóñez Maldonado.
Y las espadas ya se están blandiendo para demostrar que las hojas son verdes en verano y que las familias se forman con un matrimonio formado entre un hombre y una mujer, ¡y que las madres no pueden asesinar a sus hijos dentro de su vientre!

A estas alturas del ensayo no resulta difícil comprender la naturaleza anti-familia de la ideología de marras. Cuando decidieron desintegrarla, sabían muy bien que la consecuencia sería la disolución de la Civilización y de la cultura occidental, pues éstas se erigieron sobre la fami­lia y su concepción sacral. Tocándola, se derrumbarían las demás instituciones, porque ella es la primera socie­dad natural, base de todas las otras, de la parroquia, del municipio, de la provincia, de la nación.
En la familia Cristiana el niño aprende los primeros ru­dimentos de la fe y fundado en ella elabora toda su con­cepción trascendente de la vida, de la autoridad, de la jerarquía. Allí entiende lo que es amar y practicar todas las virtudes, allí encuentra en el ejemplo de sus mayores, el amor al sacrificio, allí vive permanentemente en una escuela de fraternidad y solidaridad, allí recibe constan­tes lecciones contra el egoísmo individualista, en esas fa­milias cristianas tan denostadas hoy, donde la vida fue fecunda, aprendimos a conocer al otro con su individua­lidad, sus derechos y defectos soportándolos con cari­dad fraterna.
¡Qué inolvidables lecciones de convivencia!, allí entendi­mos que la fidelidad protegía la unidad147 y que junto a la indisolubilidad eran todos el bien común de la prole. También descubrimos que todo ello era imposible alcan­zarlo sin el matrimonio indisoluble y una patria potes­tad que es la autoridad que asegura la unidad, indispen­sable para el bien común de la familia, «autoridad del marido y padre penetrada de amor y sostenida por el amor».
La ideología de género entendió que sus propósitos de androginizar la cultura tendrían que pasar por el des­monte de la familia tal como la conocíamos; uno de sus más nombrados ideólogos señala algunos aspectos rele­vantes de lo que significa la constitución cristiana de la familia, desde luego, mezclados con juicios que respon­den a una concepción marxista de ella.

«La familia nos da las primeras lecciones de ideología de clase dominante y también le imparte legitimidad a otras instituciones de la sociedad civil. Nuestras familias son las que nos enseñan primero la religión, a ser buenos ciudadanos, tan completa es la hegemonía de la clase dominante en la fa­milia, que se nos enseña que ésta encar­na el orden natural de las cosas. Se basa en particular en una relación entre el hombre y la mujer que reprime la sexualidad, especial­mente la sexualidad de la mujer».

Por ello, para desdibujarla, diseñaron una sistemática agresión dirigida contra cada una de sus propiedades, a saber: la unidad, la indisolubilidad, la heterosexualidad, la fecundidad y por último la autoridad. En los años 50 se promovió el divorcio contra la indisolubilidad, en los 60 el amor libre contra la unidad, en los años 70 la anticoncepción y el aborto contra la fecundidad y en los 90 el matrimonio homosexual contra la heterosexualidad.
La cita está tomada de: Alejandro Ordóñez Maldonado, “Ideología de género, utopía trágica o subversión cultural”, Ed. Universidad Santo Tomás, Facultad de derecho, Bucaramanga, Colombia 2006.