jueves, 28 de octubre de 2010

Una conversión relatada por San Antonio María Claret.


 
Tomado del Capítulo: “De los libros y hojas sueltas”.        

Una tarde pasaba por la calle de una de las ciudades más grandes de España. Se me acercó un Niño a besarme la mano, y me pidió una estampa y se la di. Al día siguiente fui muy temprano a celebrar Misa en la Iglesia que acostumbraba y ponerme luego en el confesionario, porque siempre tenía mucha gente que me esperaba. Al concluir la misa me hinqué en el presbiterio para dar gracias. Al cabo de un rato se me acercó un hombre alto, gordo, con largos bigotes y poblada barba, con la capa que tenía tan ajustada en las manos, que no se le veía más que la nariz y la frente; los ojos tenía cerrados y lo demás de la cara estaba cubierto del pelo de las patillas, bigotes y barba, y además con el cuello de la capa, que también era peludo y alto; y con una voz trémula y ronca me dice si le haré el favor de oírle (en) confesión. Le contesté que sí, que entrase en la sacristía, que luego iba en acabando de dar gracias. Si bien en el confesionario ya había otros hombres y mujeres que esperaban para lo mismo, pero creí que a éste le debía oír separadamente de los demás, porque su aspecto me reveló que así convenía, y en efecto fue así. Entré en la sacristía, en que no había nadie sino aquel Señor, y aun le conduje a un lugar más retirado.
Yo me senté, él se hincó y empieza a (llorar) tan sin consuelo, que no sabía qué más decirle para acallarle. Le hice varias preguntas para saber la causa, y finalmente, entre lágrimas, suspiros y sollozos, me contestó: Padre, V. ayer tarde pasó por mi calle, y, al pasar frente a la puerta de la casa en que yo estoy, salió un Niño a besarle la mano, le pidió una estampa y V. se la dio. El Niño vino muy contento, y, después de haberla tenido un rato, la dejó encima de la mesa y se fue a la calle con otros niños a jugar. Yo quedé solo en casa, y, picado de la curiosidad y pasar el tiempo, cogí la estampa y la leí; pero ¡hay Padre mío!, yo no puedo explicar lo que sentí en aquel momento; cada palabra era para mí un dardo que se clavaba en mi corazón; resolví confesarme y pensé: ya que Dios se había valido de él para hacerte entrar en verdadero conocimiento, con él irás a confesarte. Toda la noche la he pasado llorando y examinando mi conciencia, y ahora me tiene aquí para confesarme, Padre. Soy un grande pecador; tengo cincuenta años, y desde niño que no me he confesado y he sido comandante de gente muy mala. Padre, ¿habrá perdón para mí? –Sí, señor, sí; ánimo, confianza en la bondad y misericordia de Dios. El buen (Dios) le ha llamado para salvarle, y V. ha hecho muy bien en no endurecer su corazón y en poner luego por obra la resolución de hacer una buena confesión. – Se confesó, le absolví y quedó muy contento y tan alegre, que no acertaba a expresarse.

San Antonio María Claret, “Escritos Autobiográficos”, párrafos 219 y 230; pág. 223-224. B.A.C., Madrid, 1981.

miércoles, 27 de octubre de 2010

San Pablo contra Sodoma



La Sagrada Escritura y, especialmente el sentido común son tan claros sobre el tema de la homosexualidad que el Magisterio de la Iglesia a tratado muy poco de esta materia. (1)

1. En el Antiguo Testamento, además del castigo de Sodoma (Génesis 19), debemos citar la ley dada por Dios a Israel: Lev. 18, 22 designa a la sodomía como una abominación, Lev 20, 13 castigados con la muerte). En el Nuevo Testamento, San Pablo condena explícitamente este vicio en varias epístolas (Romanos 1, 24-32, que se citan a continuación 1 Cor 6,10: "Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los infames, ni los ladrones, [...] heredarán el reino de Dios (2)", 1 Tim 1,10, dice la misma manera que "los asesinos, los fornicarios, los infames [...](3)".

2. El sentido común también es suficiente para ver que este vicio es contra la naturaleza, puesto que utiliza al contrario de su finalidad natural una función que Dios ha dado para la transmisión de la vida. Una desviación así de grave, en un asunto tan importante para el bien común (el futuro de la sociedad depende de ello), evidente que es gravemente pecaminosa.


Sin embargo, esto ya no aparece tan obvio para muchos de nuestros contemporáneos. Debemos ahora argumentar para defender lo que antes era evidente.
Comencemos pues el asunto, preguntando por qué y cómo se puede haber llegado a tal extremo.
Sobre este punto en particular la Sagrada Escritura, y San Pablo especialmente, van a aclararnos mucho.


San Pablo va hasta la raíz del mal

En el primer capítulo de su epístola a los Romanos, San Pablo no se limita, en efecto, a denunciar el vicio. Él establece claramente un vínculo causal entre la infidelidad (idolatría) y la impureza contra la naturaleza. Leamos el pasaje (Rom 1,18-32):

1. La idolatría de los gentiles es inexcusable, porque el verdadero Dios se manifiesta en la creación.
En efecto, la cólera de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia; pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron  en sus razonamientos y su insensato corazón  se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos,  cambiaron la gloria  del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles.

2. Consecuencia de esta maldad, Dios los abandonó a sus pasiones.
Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén.

3. Consecuencia (continuación): el vicio contra la naturaleza
Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío.

4. San Pablo repite su razonamiento: causa y consecuencia.
Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, entrególos Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados, los cuales, aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen.


San Pablo lo dice pues y lo repite: la ceguera moral llevada hasta la aprobación de los vicios contra la naturaleza es una consecuencia de la impiedad. Una máxima atribuida a San Agustín resume esta enseñanza: Este estigma no es sólo un pecado, es más bien el castigo del pecado (4)


La explicación de Santo Tomás

En su comentario sobre la Epístola a los Romanos, Santo Tomás de Aquino insiste también:
           
Cabe señalar que es con razón que el Apóstol pone los vicios contra la naturaleza -que son el más grave de los pecados de la carne- como castigo por la idolatría. Se percibe que estos defectos parecen haber comenzado a desarrollase con la idolatría - es decir, los días de Abraham, cuando se reconoce generalmente que la idolatría comenzó. Se lee en el capítulo 19 del Génesis que estos defectos han sido castigados por primera vez en la persona de los habitantes de Sodoma. Y del mismo modo, los vicios de este tipo han crecido progresivamente a medida que creció la idolatría. Así se lee en el segundo libro de los Macabeos que Jasón se atrevió a poner los jóvenes más nobles en lugares infames (5) y no fue el comienzo, sino el desarrollo y el progreso de la adopción de costumbres paganas (6)

El Doctor Angélico se refiere indirectamente al mismo tema en una cuestión de su Summa Theologica. Se pregunta por qué el rito de la circuncisión fue instituida en la época de Abraham, y no justo después de la caída original. Él respondió que en la época de Adán, incluso después del pecado, la fe y la razón natural era todavía lo suficientemente fuerte por lo que el hombre no necesitaba ese rito. Sin embargo, al tiempo de Abraham, la religión se había debilitado al punto que la mayoría de personas se volcaron a la idolatría, y a la vez, la razón natural estaba oscurecida por las pasiones de la carne hasta el punto de hacer caer al hombre en pecado contra la naturaleza. Por lo tanto, era el momento en que Dios instituyese, para el hombre, un rito que fuese al mismo tiempo la señal de la fe en Dios, y un remedio para el deseo carnal (7).

Encontramos así, en esta respuesta, el vínculo entre el progreso de la idolatría y el de los vicios contra la naturaleza. El primero es una falta contra la naturaleza divina, Dios permite como castigo la segunda, que va en contra de la naturaleza del hombre (8).


Confirmación en el siglo XVII

En el siglo XVII, el famoso exégeta Cornelius a Lapide (9) confirma esta explicación:

Las pasiones monstruosas son la pena de la infidelidad, la impiedad y la herejía (10).

Tras señalar que los herejes de su tiempo (protestantes) han manifestado la verdad de esta frase en sus costumbres (11), investiga la causa de ese vínculo entre la impiedad y la impureza. Da dos razones.

1. En primer lugar, porque donde no hay fe, no hay gracia de Dios; y donde no hay gracia de Dios, no encontramos la castidad, sino todo tipo de concupiscencias. Era justamente por eso que Lutero decía que la fornicación era tan necesaria al hombre como el alimento, y que se oye por todos lados, entre los innovadores, el axioma de que la castidad es imposible; porque, realmente, es imposible a Lutero y a los herejes. Eso es justo lo que San Jerónimo dijo: "Es difícil encontrar a un hereje que ame la castidad; aunque la pueda recomendar por palabras y alabarla".

2. En segundo lugar, a causa de que la herejía y la infidelidad nacen del orgullo, y que la pasión impura es el castigo del orgullo, del mismo modo en que la castidad es la recompensa de la humildad (12).


Confirmación al día de hoy

La conclusión se impone por si misma: la repugnante invasión de los vicios de Sodoma en nuestros países - y su formalización por infames leyes - no son sólo azotes sociales. Son también, y principalmente, castigos.
Nuestros países son, hace tiempo, oficialmente apóstatas; oficialmente ateos. Incluso, por la ideología de los derechos humanos, oficialmente idólatras. Por tanto, es natural, lógico, necesario, que estas costumbres se instalen en ellos. San Pablo dijo:

No tienen excusa, porque habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios, y le dieron gracias, sino que se entregaron a sus deseos y sus corazones sin inteligencia se hundieron en la oscuridad. [...] Por eso Dios los entregó a las pasiones vergonzosas [...] Ya que no se preocuparon por conocer a Dios, Dios los entregó a su mente réproba.


Esto no quiere decir que en el orden individual sólo un idólatra, o un impío, puedan experimentar las tentaciones contra la naturaleza. Todos los seres humanos están marcados por el pecado original y el desorden de la naturaleza se manifiesta de diferentes maneras en cada uno. Sin contar las patologías propiamente dichas, uno nacerá más propenso a la ira, el segundo fue la pereza, y otro más vulnerable a tal o cual tentación de lujuria. Una educación inadecuada, choques psicológicos mal curados u ocasiones precoces de escándalo podrán exacerbar y agravar esta herida, en la fragilidad de la infancia o la adolescencia. En este caso, como frente a cada uno de los pecados capitales, sólo la lucha diaria, con la oración y la gracia de Dios, permitirá superar el vicio y establecer la virtud.

Pero en el orden público, aquel de cada nación, la aceptación del vicio contra la naturaleza, tal como lo estamos experimentando hoy en día, no puede ser más que un castigo. La paganización de las costumbres es la consecuencia inevitable de la paganización de las ideas.


¿Cómo reaccionar?

¿Estarán los católicos condenados a asistir impotentes a la destrucción gradual de la sociedad? Ciertamente que no. Por eso, para actuar con eficacia, para escapar del ciclo de derrotas en que parecen haber caído, deben tomar consciencia, ante todo, de las verdaderas causas del mal – aquellas que denuncia San Pablo.

Nuestra sociedades apóstatas y ateas no pueden ser bendecido por Dios. La decadencia que las golpea es el castigo de aquella impiedad. No sirve de nada luchar contra esta decadencia si no luchamos al mismo tiempo, y primeramente, contra esa impiedad. Luchar sin Dios contra los males que resultan precisamente de la ausencia de Dios es, obviamente, un sin sentido (13).

Después de haber comentado extensamente a San Pablo, podemos concluir citando a San Juan:

Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo. Y esta victoria sobre el mundo, nuestra fe. - Omne natum quod ex Deo vincit mundum, et haec est victoria quae vincit mundum, fides nostra. (1 Juan 5: 4)
___________________

1) Solo accidentalmente la enseñanza tradicional ha abordado la cuestión. Un decreto del Santo Oficio del 24 de septiembre 1665 trata de la sodomía no para definir que es un pecado (parece demasiado obvio), sino para indicar cómo este pecado se debe acusar en la confesión (la naturaleza de la culpa debe ser especificado de forma explícita, una acusación genérica no es suficiente para que la confesión sea íntegra) (DS 2044). - La anarquía generalizada introducida en la Iglesia por el Concilio Vaticano II permitió que algunos "teólogos" trataran de legitimar este vicio. Frente a esto, el Vaticano a terminado por intervenir para recordar que "los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y que no puede en ningún caso ser aprobados" (29 de diciembre de 1975, DS 4583, reproducido en el nuevo Catecismo de la La Iglesia Católica, § 2537). Pero este "magisterio conciliar" se desacredita por los errores que también promueve, y no puede considerarse como una referencia solida (a lo más es una argumento ad hominem o un argumento a fortiori [ "Si hasta las autoridades conciliares, tan inclinadas al laxismo, denuncian este pecado ..."]); tampoco se impuso de manera firme, y los errores contrarios continúan siendo impunemente difundidos. - Un ejemplo reciente: la “Documentation catholique”, del 2 de enero  de 2005, publicó una conferencia de Timothy Radcliffe (antiguo Maestro de la Orden Dominicana), titulado “La afectividad y la Eucaristía”. En la introducción, explica que T. Radcliffe fue interrogado, después de su intervención, sobre el "matrimonio homosexual". Y sin mostrar ni asombro, ni desaprobación, la introducción añade: "respondió que era favorable a la apertura de la Iglesia hacia los homosexuales para " buscar con ellos la verdad y escuchar su experiencia. "(DC 2327, p. 38.)
2) Neque fornicarii, neque idolis servientes, neque adulteri, neque molles, neque masculorum concubitores, neque fures [...] regnum Dei possidebunt.. El término "infame" (en latín: concubitores masculorum) se refiere a los sodomitas.
3) [...] Homicidis, fornicariis, masculorum concubitoribus [...].
4) Haec spurcitia non solum peccatum est, sed et poena peccati (PL 40, col. 1326; esta serie de sermones que ahora comúnmente se considera apócrifa.)
5) 2 Mc 4, 13 (cita de Thomas de la Vulgata). - En tiempos de Antíoco Epifanio, Jason consigue hacerse nombrar sumo sacerdote en Jerusalén, y se esfuerza por introducir las costumbres griegas entre los ciudadanos. La Biblia cuenta: " Era tal el auge del helenismo y el progreso de la moda extranjera a causa de la extrema perversidad de aquel Jasón,     que tenía más de impío que de sumo sacerdote,      que ya los sacerdotes no sentían celo por el servicio del altar, sino que despreciaban el Templo; descuidando los sacrificios, en cuanto se daba la señal con el gong se apresuraban a tomar parte en los gimnasios de los ejercicios contrarios a la ley; sin apreciar en nada la honra patria, tenían por mejores las glorias helénicas. Por esto mismo, una difícil situación les puso en aprieto, y tuvieron como enemigos y verdugos a los mismos cuya conducta emulaban y a quienes querían parecerse en todo. Pues no resulta fácil violar las leyes divinas; así lo mostrará el tiempo venidero”. (2 Mc 4, 13-17).
6) «Et est notandum quod satis rationabiliter Apostolus vitia contra naturam quae sunt gravissima inter peccata carnalia, ponit idolatriae poenam, quia simul cum idolatria incepisse videntur, scilicet tempore Abrahae, quando creditur idolatria incepisse. Unde et tunc primo leguntur in Sodomitis punita esse, ut Gn 19. Simul etiam idolatria crescente, huiusmodi vitia creverunt; unde dicitur 2 Mc 4, quod Jason ausus est sub arce optimos quosque epheborum in lupanaribus ponere. Erat autem hoc non initium, sed incrementum quoddam et profectus gentilis et alienigenae conversationis. » (Saint THOMAS, Com. in Rm 1, lect. VIII)
7) St. Thomas, III, q. 70, a. 2, ad 1.
8) Santo Tomás dice que todo pecado es en cierto sentido, contra la naturaleza porque va en contra de lo que nuestra razón nos dice que ser conforme a nuestra naturaleza racional, pero algunos pecados se oponen no sólo a nuestra naturaleza racional, sino la naturaleza física en sí (que compartimos con los animales). Son doblemente contra la naturaleza.
9) Cornelio a Lapide (Cornelius Van den Steen), SJ., 1567-1637.
10)Hinc patet infidelitatis, impietatis et haeresis pœnam esse monstrosas libidines” (Cornelio a Lapide, en Romanos, 1, 26).
11) "Talia monstra quoque ab haeresi nata nostra vidit et protulit aetas. - Nuestro siglo también ha visto y ha producido ese tipo de monstros, nacidos de la herejía. "(Ibíd.).
12) "Primo, quia ubi non est fides, ibi non est gratia Dei ; ubi non est gratia Dei, ibi non est castitas, sed omnis concupiscentia : ut merito dixerit Lutherus, concubitum homini tam necessarium esse quam cibum, et passim apud Novantes personat hoc axioma, castitatem esse impossibilem, quia vere Luthero et haereticis impossibilis est. Vere ergo dixit S. Hieronymus, lib. II Comment, in Osece cap. IX: "Difficile est invenire haereticum qui diligat castitatem, etiamsi eam verbis commendet et prae se ferat".  Secundo, quia haeresis et infidelitas oritur ex superbia, superbiae autem poena est libido, sicut humilitatis praemium est castitas"(Ibid)
13) Recordamos las palabras del Cardenal Pie: "Cuando Jesús Cristo no reina por los beneficios que se derivan de su presencia, reina por todas las calamidades inseparables de su ausencia". (Discurso en Chartres, 11 de abril de 1858; Episcopal de Obras, v. 1, p. 84.)

Extraído de La Sal de la Tierra Nº 52, por Dominicus.

martes, 26 de octubre de 2010

Cita: sobre “el maniático”.

“Por lo general es un razonador; y con frecuencia un razonador acertado. Sin duda se le podrá derrotar en un terreno puramente racional planteándola su caso con lógica. Pero se le puede plantear con mayor precisión en términos más generales y aún más estéticos. Está encerrado en la pulcra y lúcida prisión de una sola idea; se ha aguzado hasta un penoso extremo. Carece de la indecisión del sano y de su complejidad. Ahora, según expliqué en la introducción, me propongo ofrecer en estos primeros capítulos, no tanto el diagrama de una doctrina, cuanto algunas imágenes de un punto de vista. Y he sido extenso describiendo mi visión del maniático, por esta razón; por que así como me impresiona el maniático, así me impresionan muchos pensadores modernos”.

G.K. Chesterton, Ortodoxia. Ed. Excelsa (Bs. As.) 1943, pág. 31-32.

lunes, 25 de octubre de 2010

Cita: sobre la caridad del que predica.

San Antonio María Claret

“Hace el amor en el que predica la divina palabra como el fuego en un fusil. Si un hombre tirara una bala con los dedos, bien poca mella haría; pero, si esta misma bala la tira empujada con el fuego de la pólvora, mata. Así es la divina palabra. Si se dice naturalmente, bien poco hace, pero, si se dice por un Sacerdote lleno de fuego de caridad, de amor de Dios y del prójimo, herirá vicios, matará pecados, convertirá a los pecadores, obrará prodigios. Lo vemos esto en San Pedro, que sale del Cenáculo ardiendo en fuego de amor, que había recibido del Espíritu Santo, y el resultado fue que en dos sermones convierte a ocho mil personas, tres en el primero y cinco en el segundo.” (Cf. Hech. 12, 41 y 4, 4)

San Antonio María Claret, “Escritos autobiográficos” párrafo 439, pág. 259, B.A.C. Madrid, 1981. Tomado del Capítulo: “De la virtud del amor de Dios y del prójimo”.

Cita: las cosas consideradas a la luz de Dios.

“Si consideramos las cosas a la luz de Dios, hemos de llegar a la conclusión de que muchas veces los males en este mundo no son males, los bienes no son bienes, hay desgracias que son golpes de la Providencia y éxitos que son un castigo”.

Dom Vital Lehodey, tomado de su obra “El Santo abandono”.

domingo, 24 de octubre de 2010

Consejos del Papa Pío XII a la Familia Cristiana.



• Que la modesta morada de Nazaret sea modelo de una santa vida familiar.

“Oh, hombres, volved la mirada a Nazaret, entrad en aquella modesta morada. Mirad a aquel carpintero, custodio santísimo de los secretos divinos, que con sus sudores sustenta a la familia humilde y elevada más que la de los césares de Roma; observad con qué veneración y respeto ayuda y venera a aquella Madre, su esposa inmaculada y pura: mirad al que se cree Hijo del carpintero (Mateo, 13, 55), virtud y sabiduría omnipotente, que hizo el cielo y la tierra, y sin el cual nada ha sido hecho (Juan, 1, 3), cómo ningún hombre puede sin Él hacer nada, y que, sin embargo, no se desdeña de los pequeños servicios de la casa y del taller y de estar sometido a María y a José. Contemplad un tan grande modelo de santa vida familiar, espectáculo que maravilla a las jerarquías angélicas, que lo adoran” (S.S. Pío XII, A los recién casados, 15 de abril de 1942).

• El esposo debe tomar ejemplo de San José en el ejercicio de la autoridad.

“Tomad ejemplo de San José. Él contemplaba frente a sí a la Santísima Virgen, mejor, más alta y más excelsa que él mismo; un respeto soberano le hacía venerar en ella a la Reina de los ángeles y de los hombres, a la Madre de Dios. Sin embargo, él permanecía y continuaba en su puesto de jefe de la Sagrada Familia, sin faltar a ninguna de las altas obligaciones que le imponía semejante título” (Pío XII, A los recién casados, 10 de septiembre de 1941).

• La esposa que aprenda de María Santísima, modelo perfectísimo de virtudes domésticas.

“La Madre divina es también y sobre todo un perfectísimo modelo de las virtudes domésticas, de aquellas virtudes que deben embellecer el estado de los cónyuges cristianos. En María tenéis el amor más puro y fiel hacia el castísimo esposo, amor hecho de sacrificios y delicadas atenciones; en ella la entrega completa y continua a los cuidados de la familia y de la casa, de su esposo y, sobre todo, del querido Jesús; en ella la humildad que se manifestaba en la amorosa sumisión a San José, en la paciente resignación a las disposiciones, ¡cuántas veces arduas y penosas!, de la Divina Providencia, en la amabilidad y en la caridad con cuantos vivían cerca de la casita de Nazaret” (Pío XII, A los recién casados, 3 de mayo de 1939).

• Toda familia, pues, puede y debe ser santa.

“Filii sanctorum sumus! (Tobías, 2, 18). Queridos hijos e hijas: debéis, pues, persuadiros bien de que vuestra nueva familia podrá y deberá ser una familia santa, es decir, inviolablemente unida a Dios por la gracia. Inviolablemente: porque aquel mismo sacramento que exige la indisolubilidad del vínculo conyugal, os confiere una fuerza sobrenatural contra la cual serán impotentes, si vosotros lo queréis, las tentaciones y las seducciones; las pérfidas insinuaciones del disgusto cotidiano, de la calma habitual, de la necesidad de novedad y de cambio, la sed de las experiencias peligrosas, la atracción del fruto prohibido, no tendrán poder alguno contra vosotros, si conserváis este estado de gracia, con la vigilancia, la lucha, la penitencia, la oración” (Pío XII, A los recién casados, 6 de noviembre de 1940).

• Y convertirse como en un cenáculo frente a las tormentas de la vida.

“Tened siempre vuestro cenáculo, un asilo de retiro y de oración en vuestro propio hogar doméstico. Allí encontraréis el reposo después de las más duras jornadas, en la fidelidad a vuestras promesas y en la unión perfecta de vuestras almas: Perseverantes unanimiter (Hechos, 1, 14); allí viviréis bajo la mirada de María cum Maria matre Iesu (ibid.), cuya imagen os reunirá cada noche para la oración en familia: unanimiter in oratione. Mejor aún, toda vida personal y familiar puede resultar una oración incesante: perseverantes unanimiter in oratione” (Pío XII, A los recién casados, 27 de marzo de 1940).

• Para sobrellevar las pruebas, la familia precisa la energía diaria de la comunión eucarística.

“La familia necesita, como base suya, la íntima unión no sólo de los cuerpos, sino sobre todo de las almas, unión hecha de amor y de paz mutua. Ahora bien, la Eucaristía es, según la bella expresión de San Agustín (Tract. in Ioan. 26, 13), signo de unión, vínculo de amor, signum unitatis, vinculum caritatis, y une por eso y como que suelda entre sí los corazones.
“Para sostener las cargas, las pruebas, los dolores comunes, a los que no puede sustraerse familia alguna, por bien ordenada que esté, os es necesaria una energía diaria: la comunión eucarística es generadora de fuerza, de valor, de paciencia, y con la suave alegría que difunde en las almas bien dispuestas, hace sentir aquella serenidad que es el tesoro más precioso del hogar doméstico” (Pío XII, A los recién casados, 7 de junio de 1939).

• Y que Cristo y su Santísima Madre presidan la vida del hogar.

“Haced que vuestra casa sea y parezca cristiana. Que el Sagrado Corazón sea Rey de ella; que la imagen del Salvador crucificado y la dulcísima Virgen María tengan puesto de honor, para hacer manifiesto a los ojos de todos que en vuestra morada se sirve a Dios y que los visitantes y amigos deben, como vosotros mismos, desterrar de ella todo lo que pueda violar su santa ley: conversaciones deshonestas, palabras mentirosas, cóleras o debilidades culpables; sino también para recordaros que Jesús y María son los más constantes y amadísimos testigos y como asociados a los sucesos de vuestra familia: júbilos que os auguramos numerosos, dolores y pruebas que nunca podrán faltar” (Pío XII, A los recién casados, 8 de noviembre de 1939).

• Que las familias cristianas aprendan a orar como se oraba en el hogar de Nazaret.


“El Evangelio, es verdad, no nos dice expresamente cuáles eran las plegarias que se hacían en la casa de Nazaret. Pero la fidelidad de la Sagrada Familia a la observancia de las prácticas religiosas nos ha sido explícitamente atestiguada, aunque no había ninguna necesidad de ello, cuando, por ejemplo, San Lucas nos cuenta (Lucas, 2, 41 y ss.) que Jesús iba con María y José al templo de Jerusalén por la Pascua, según la costumbre de aquella fiesta. Es, pues, fácil y dulce representarnos esta Sagrada Familia en Nazaret a la hora de la acostumbrada oración. En el alba dorada o el violáceo crepúsculo de Palestina, sobre la pequeña terraza de su casita blanca, vueltos hacia Jerusalén, Jesús, María y José están de rodillas; José, como cabeza de familia, recita la oración; pero es Jesús quien la inspira, y María une su dulce voz a la grave del santo patriarca.
“¡Futuros cabezas de familia! Meditad e imitad este ejemplo, que muchos hombres de hoy olvidan. En el recurso confiado a Dios encontraréis no solamente las bendiciones sobrenaturales, sino la mejor seguridad de aquel «pan cotidiano», tan ansiosamente, tan laboriosamente y a veces tan vanamente buscado” (Pío XII, A los recién casados, 3 de abril de 1940).

• A ejemplo de ellos, en el hogar han de orar todos, porque también los hombres son frágiles y necesitan la oración.

“Hay jóvenes que piensan que en el mundo, a partir de cierta edad, la oración es un incienso cuyo oloroso humo conviene dejar a las mujeres, lo mismo que ciertos perfumes de moda; otros acuden en alguna ocasión a la misa cuando les es cómodo; pero se creen, según parece, demasiado grandes para arrodillarse y no lo bastante místicos, como dicen algunos, para acercarse a la sagrada comunión. Tampoco faltan muchachas jóvenes que, aun habiendo sido educadas con todo cuidado por sus madres o por buenas religiosas, se creen eximidas, una vez casadas, de las más elementales normas de prudencia: lecturas, espectáculos, bailes, distracciones peligrosas, todo les es permitido.
“Pero en una familia verdaderamente cristiana, el marido sabe que su alma es de la misma naturaleza y no menos frágil que la de su mujer y la de sus hijos; por eso añade a la de éstos su oración diaria, y así como se complace en verlos en torno suyo en la mesa familiar, no deja de acercarse con ellos a la mesa eucarística” (Pío XII, A los recién casados, 24 de julio de 1940).

• Que no se pierda la bella tradición del Santo Rosario en familia.

“En el nombre de Nuestro Señor os lo suplicamos, queridos recién casados: empeñaos por conservar intacta esta bella tradición de la familias cristianas, la oración de la noche en común, que recoge al fin de cada día, para implorar la bendición de Dios y honrar a la Virgen Inmaculada con el rosario de sus alabanzas, a todos los que van a dormir bajo el mismo techo. Vosotros dos, y después, cuando hayan aprendido de vosotros a unir sus manecitas, los pequeños que la Providencia os haya confiado, y también, si para ayudaros en vuestras labores domésticas os los ha puesto el Señor a vuestro lado, los criados y colaboradores vuestros, que también son vuestros hermanos en Cristo y tienen necesidad de Dios” (Pío XII, A los recién casados, 12 de febrero de 1941).